Llevo días dándole vueltas a una idea, a una idea equivocada, y es que el día que me pase por el BEC para ponerme la primera dosis de la vacuna oí demasiadas veces una frase con diferentes formas: “En dos semanas inmunizado y a vivir”
Y es que creo que nos hemos creado en la cabeza un concepto equivocado, todo viene de vendernos la “nueva normalidad” o simplemente “la normalidad”. Y es que pensamos que nos vacunamos para poder dejar la mascarilla en casa, para poder no limpiarnos las manos en la entrada de los comercios, o poder andar fumándonos en la cara en las terrazas de los bares. ¿Pensáis eso?
Pues yo hasta el otro día en parte también, pero mirándolo desde otro punto de vista… o mejor dicho, poniéndolo en donde realmente es, las vacunas son armas biológicas para acabar una guerra. La viruela no se venció por higiene, la fiebre española no acabó porque de repente fuéramos super limpios y cuidadosos…. las grandes pandemias víricas se vencen exclusivamente cuando el virus desaparece y desparece en el momento en el que no tiene un caldo de cultivo donde vivir, así de simple.
La vacuna es para impedir al virus extenderse y por lo tanto mutar y por lo tanto matar, no es una herramienta para hacernos la vida mejor y que podamos volver a “nuestra vida” sin pensar en el resto. Es un arma para utilizar en una guerra en la que hay veces que parece que no estamos todos. Cuando oigo (o veo) eso de “ya estoy vacunado voy por la calle sin mascarilla o me voy a la barra del bar” me demuestra una y otra vez que socialmente estamos muy equivocados.
La semana pasada dijo Simón en una de sus ruedas de prensa: “la batalla no ha terminado, nosotros decidimos lo que va a durar” y tenía razón: las vacunas son la solución (mientras funcionen contra las mutaciones), pero no es el único arma, hay que sumarle el resto de medidas para acabar esta guerra lo antes posible… y reducir ese riesgo que pulula sobre nuestras cabezas: una mutación que sobreviva a las vacunas.